A finales de 2019 a mi padre le diagnosticaron un cáncer. Después de la operación tuvo que someterse a un tratamiento de quimioterapia muy fuerte, que lo dejó sin defensas y, como diría Juan Rulfo «sin ganas de nada, sólo de vivir. Ahora que sabía que lo iban a matar le habían entrado unas ganas locas de vivir, como sólo las puede sentir un recién resucitado».

En su estantería repleta de libros encontré una biografía reciente de Trinidad Huertas, «La Cuenca», a la que ya conocía, pero tenía olvidada. Una bailaora malagueña que alcanzó fama mundial por un número vestida de torera y que le dio el sobrenombre de «La Valiente».

Estaba trabajando en una nueva obra. Una colaboración con Luz Prado en la música y Virginia Rota en la imagen. Quería hablar de la muerte, que apareciera, pero como aparece en el folclore, con toda su fuerza mítica, psíquica, y también como un motivo para la fiesta, para la celebración y la catarsis.

A través de la muerte, los muertos, la vendimia, el folclore, La Valiente, me dejé hundir en mis miedos más antiguos, dejé que estallaran símbolos intocables de mi imaginación. Recordé que para mí bailar había sido la mejor manera de gritar el miedo que me provocaba estar viva, estar en el cuerpo, con su infinita oscuridad y su miseria.

Todas las santas es una creación especial para Escena Patrimonio.